Una de las preguntas más recurrentes que solemos recibir por parte de los pacientes es sobre cuándo aplicar frío o calor en una lesión.
Aunque por norma general no existe un protocolo de aplicación exacto, todo dependerá fundamentalmente de dos factores: el tipo de lesión y cuándo se ha producido.
Por norma general, el efecto del frío (también llamado crioterapia) en nuestro organismo alivia la sensación aguda de dolor, ayudando a disminuir la inflamación, hinchazón y edema que puedan aparecer tras un proceso traumático. Por tanto diremos que tiene un efecto analgésico y antiinflamatorio.
También produce una vasoconstricción, es decir, disminuye el calibre de los vasos sanguíneos reduciendo así el aporte de sangre a la zona. En este sentido existe controversia ya que tras un traumatismo el aporte sanguíneo es parte del proceso inflamatorio, por lo tanto biológico natural del cuerpo. Aunque la aplicación de frio en este momento está totalmente extendida en la práctica, también se cree que no debería hacerse por interferir en esa reparación natural de los tejidos. Quizá un término medio podría ser controlar la excesiva acumulación de líquido e hinchazón sin interferir demasiado en el proceso inflamatorio.
Por tanto, la aplicación de frío local en la zona lesionada se realizará en lesiones agudas traumáticas (golpes, esguinces y torceduras o contusiones, por poner varios ejemplos) inmediatamente después de que se produzcan, y generalmente hasta un máximo de 72 horas. Pasado este tiempo se puede seguir aplicando, aunque si ya no existe ese proceso inflamatorio (hinchazón y/o edema), quizá la aplicación vea reducido su efecto. Seremos especialmente cuidadosos al aplicarlo, evitando el contacto directo con la piel, y lo haremos durante unos 10-20 minutos como máximo, dos o tres veces al día.
El efecto del calor (o termoterapia) es justo el opuesto; produce una vasodilatación sanguínea, aumentando el calibre de dichos vasos y siendo mayor el aporte de sangre en el tejido, lo que se conoce como hiperemia, que también tiene efecto analgésico. Todo esto provoca además una disminución de la presión arterial, por lo que seremos cautelosos a la hora de aplicarlo.
El calor por tanto favorece la relajación muscular y lo aplicaremos en lesiones de tejidos blandos sin un componente traumático excesivo como dolores propios del día a día por malas posturas, contracturas, dolores de espalda que no sean por traumatismos agudos y en aquellas lesiones que no cursen con inflamación en las primeras 72 horas. Se recomienda su aplicación durante un máximo de 10-20 minutos durante dos o tres veces al día si los efectos son beneficiosos.
Por último, debemos tener en cuenta las contraindicaciones que existen a la hora de aplicar frío o calor, que podemos observar en la siguiente tabla: